28 de octubre de 2017

Revelación




                                                                #Temporadadebrujas

Elena una mujer soltera de bello y fino porte la cual disfrutaba de su permanente soledad y muchas veces se preguntaba ¿por qué?
A sus cuarenta años sostuvo solo dos relaciones que no funcionaron como esperaba.
Mujer de clase media, muy modesta y reservada, tenía en su existir un enigma y curiosidad a la vez, desde algunos años atrás.
Frecuentemente era presa de sueños extraños, buscaba conocer qué significaban y qué relación tenían directamente con ella.
Sentía necesidad de alguna revelación que le condujera a la verdad de aquellos sueños.

Se había acostumbrado a sentir en el subconsciente una voz muy suave y tenue a la hora de dormir. Sin embargo no podía despertar, al menos poder abrir los ojos y saber de dónde provenía esa sutil voz con un llamado permanente.
Manifestada como soplido de viento envuelto en eco hueco y tenebroso.
– Elena – le llamaba
– escúchame! –
– Tengo tu verdad!
Solo un escalofrío recorría su cuerpo sin moverse y era todo, no sucedía más.

Durante la mañana mientras tomaba su café trataba de recordar si había pasado algún detalle por alto, a su vez le vino a la mente el último sueño de días atrás.
La relación de todo lo soñado era el fuego, la oscuridad y una soledad como
esa que vivía en la realidad, con una sensación de sentir persecución y viviendo en otra época.
Cerró sus ojos y se sumergió en el recuerdo de la última experiencia soñada.

Se vio repentinamente caminando sobre una especie de terreno sinuoso, irregular, parecido a un cerro o montaña. Descendía entre rocas, de pronto se miró entrando a una caverna donde el camino la conducía todavía más abajo.
Ya en su interior mientras avanzaba hacia el fondo, comenzaba a perderse un poco la oscuridad ante reflejos propios de un fuego que se percibía intenso.
Extrañamente no sentía miedo, solo incertidumbre por el desconocido lugar.
Estando ya en el interior no daba crédito a el panorama que frente tenía,
una especie de lago con lava ardiente que ebullia sin cesar.
Olor de azufre y un calor infernal. De donde emergían brazos, cabezas con rostros irreconocibles y cuerpos, como queriendo salir a la superficie, en alaridos y lamentos que no se entendían, quizá pedían perdón, quizá clamaban justicia.
¿Acaso el mismo infierno?


Llamó su atención una mujer al otro lado de ese lago ardiente, se encontraba
atada de pies y manos pendiente de una roca en forma de poste con desgarradas ropas, una hoguera bajo sus pies y entre gritos se retorcía con las quemantes llamas.
No pudo reconocerla su cabellera a la espalda era lo único que percibía entre todo este raro espectáculo irreal, pero cercano a una sensación real.
insistía en querer mirar el rostro de la mujer, que le hizo olvidarse de todo lo demás. Tenía la certeza de conocerla, se le hacía familiar, pero fue inútil,
nada pudo hacer.
Repentinamente entre ese infernal calor sintió sobre su rostro la frescura del viento que le obligó a despertar. Por la ventana semi abierta se infiltro una ráfaga de aire, volvió la mirada sobre su buró y el reloj digital le indicaba las tres de la madrugada.
Envuelta en rara sensación, se levantó y cerró la ventana volviendo a dormir
sin soñar más el resto de su descanso.
Entre las actividades cotidianas de su vida, terminó por olvidarse de todo aquello.
Su trabajo en una oficina gubernamental, con tanto papeleo, ajetreo y trámites
le hacían terminar rendida, cansada, fastidiada.
Sin embargo Elena estaba muy lejos de presentir y saber que esa misma noche la revelación esperada llegaría para conocer la verdad de sus sueños, aquellos inquietantes y extraños.

Llegada la noche, Elena sintió un cansancio mayor del que habitualmente experimentaba tras sus jornadas rutinarias. Bastó una cena ligera y una ducha relajante con lo cual se destinó a dormir a temprana hora, no se explicaba la razón de esa sensación de cansancio, pero tampoco le dio mucha importancia.
En su profundo sueño a la medianoche, escuchó la voz que siempre le llamaba, pero esta vez, sí logró abrir sus ojos. El llamado provenía de un costado, exactamente sobre su tocador donde todas la mañanas maquillaba su bello rostro y por las noches lo limpiaba.
Una tenue luz se reflejó dentro del espejo circular de aquel tocador.
Sintiendo ligereza en su cuerpo, se levantó de la cama y se paró frente a él.
Un rostro difuso, abstracto pero amigable le hablo.
– Elena he sido yo el que te llama entre tus sueños –
– Esos que te perturban y te han llenado de intriga durante algún tiempo-
– Hoy te llevaré a la verdad, a la revelación del ¿porqué? -.
– Ven, acércate a mí y te llevaré a descubrir tu realidad –

Sin parpadeo alguno Elena se acercó al espejo, sintió como una fuerza le succiono introduciéndola por en medio del cristal, se sentía volar mientras era conducida por un túnel irradiado de luz blanca.
Hasta que se vio de pie en una aldea, vestida de una manera distinta, sí… Era una campesina de la edad media en plena época de la Santa Inquisición.
Fue llevada a una casa de aquella aldea, la misma que alguna vez se le manifestara en uno de sus sueños. A pesar de vestir acorde a esa época, no podía ser vista por los demás, su presencia no llamaba la atención.
Miro por la ventana y en el interior, una mujer de larga cabellera dando la espalda y sentada frente a un camastro. Otra joven mujer recostada, sudaba y se quejaba, al parecer era presa de una fuerte fiebre.
La mujer se le hizo familiar, muy parecida a la de su sueño en la cueva del lago infernal.

No había duda, era ella, pero nuevamente se le dificulto ver su rostro.
– ¿Se te hace familiar? – Preguntó el espejo.
Ignorando la pregunta, no dejaba de observar como ungía y tallaba el cuerpo de la enferma.
Daba algún brebaje colocando paños húmedos sobre la frente de la joven.
Nerviosas, otras mujeres vigilaban la puerta de entrada y asomaban frecuentemente por la ventana, como esperando no ser descubiertas.
Olor a hierbas y sustancias curativas se mezclaban en el ambiente, Elena podía percibir en su olfato dicha combinación. Pero la intriga seguía al no ver
de forma total a la curandera.

Un estruendoso ruido de gritos, consignas propinados por un grupo de pobladores, sacerdotes y autoridad hicieron reaccionar a Elena.
trato de ocultarse por temor a ser vista, sintió pánico ver la muchedumbre avanzar hacia la casa con antorchas en mano.
– Detente Elena – le gritó el espejo.
– No pueden verte, mantente en tu lugar – le replicó.
Soldados rompieron la puerta y entraron a la fuerza, presas de miedo todas las mujeres dentro quedaron de pie, sin moverse, excepto la enferma.
– Aquí está, esta es la mujer que practica herejía –
– Acabemos con ella – eran los gritos de los pobladores
– Quememos a la bruja – – sí, a la hoguera maldita hechicera – gritaban otros.
Fue encapuchada y atada de las manos, conduciéndola a la calle para llevársela.
La angustia de Elena fue mayor, su corazón estaba agitado y temblaba de nervios.
– ¿Qué le harán, dime quién es?, te lo exijo – reprochaba al espejo
– Nada puedo hacer, solo nos queda observar – le respondió
– Querías la revelación para disipar tus dudas y aquí estamos para eso –

La mujer gritaba implorando piedad, pero a nadie importaba, no paraban las consignas.
Llegaron a una plaza central y allí, el mismo poste de piedra que viera Elena.
Sobre el piso, acumulado un montón de leño verde en espera de arder.
Era evidente el destino de la desdichada mujer.
Fue atada y encadenada para después prender fuego a los leños que comenzaron a arder, poco a poco avanzaba la lumbre hacia sus pies.
Antes de que llegar el fuego a ella, un soldado retiró la capucha de su rostro.
Impactada Elena cayó de rodillas y estalló en llanto, no podía creer lo que veía.
Era Marian, su madre. En la vida pasada fue hechicera y curandera lo que le costó la vida. En esa época era condenado y con fuego terminaban con todo aquel que practicaba esta actividad.
Elena volvió a vivir la misma imagen de su sueño, una mujer atada envuelta en fuego, solo que ahora ya tenía la verdad, conoció su identidad.
Sintió como unas manos se posaron sobre sus hombros caídos y se desvaneció.

Exaltada despertó de la pesadilla, sudando y agitada se sentó sobre su cama,
observo a todos lados sin dejar de observar el espejo de su tocador que permanecía como siempre 
Comenzó a llorar y comprendió toda aquella relación de sus sueños. También
entendió el porqué su madre era afamada boticaria y curandera quien había muerto años atrás en un accidente, donde su vehículo quedó envuelto en llamas.
Su vida pasada le condenó en la reencarnación, murió de la misma forma,
entre el fuego.
Ahora Elena coloca una bruja de papel pegando en su espejo, cada temporada de brujas, cada halloween, como tributo y recuerdo de Marian, su madre.

                                                            Xavier H.©

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