#Temporadadebrujas
Elena una mujer soltera de bello y fino porte la cual
disfrutaba de su permanente soledad y muchas veces se preguntaba ¿por qué?
A sus cuarenta años sostuvo solo dos relaciones que no
funcionaron como esperaba.
Mujer de clase media, muy modesta y reservada, tenía en su
existir un enigma y curiosidad a la vez, desde algunos años atrás.
Frecuentemente era presa de sueños extraños, buscaba conocer
qué significaban y qué relación tenían directamente con ella.
Sentía necesidad de alguna revelación que le condujera a la
verdad de aquellos sueños.
Se había acostumbrado a sentir en el subconsciente una voz
muy suave y tenue a la hora de dormir. Sin embargo no podía despertar, al menos
poder abrir los ojos y saber de dónde provenía esa sutil voz con un llamado
permanente.
Manifestada como soplido de viento envuelto en eco hueco y
tenebroso.
– Elena – le llamaba
– escúchame! –
– Tengo tu verdad!
Solo un escalofrío recorría su cuerpo sin moverse y era
todo, no sucedía más.
Durante la mañana mientras tomaba su café trataba de
recordar si había pasado algún detalle por alto, a su vez le vino a la mente el
último sueño de días atrás.
La relación de todo lo soñado era el fuego, la oscuridad y
una soledad como
esa que vivía en la realidad, con una sensación de sentir
persecución y viviendo en otra época.
Cerró sus ojos y se sumergió en el recuerdo de la última
experiencia soñada.
Se vio repentinamente caminando sobre una especie de terreno
sinuoso, irregular, parecido a un cerro o montaña. Descendía entre rocas, de
pronto se miró entrando a una caverna donde el camino la conducía todavía más
abajo.
Ya en su interior mientras avanzaba hacia el fondo,
comenzaba a perderse un poco la oscuridad ante reflejos propios de un fuego que
se percibía intenso.
Extrañamente no sentía miedo, solo incertidumbre por el
desconocido lugar.
Estando ya en el interior no daba crédito a el panorama que
frente tenía,
una especie de lago con lava ardiente que ebullia sin cesar.
Olor de azufre y un calor infernal. De donde emergían
brazos, cabezas con rostros irreconocibles y cuerpos, como queriendo salir a la
superficie, en alaridos y lamentos que no se entendían, quizá pedían perdón,
quizá clamaban justicia.
¿Acaso el mismo infierno?
atada de pies y manos pendiente de una roca en forma de
poste con desgarradas ropas, una hoguera bajo sus pies y entre gritos se
retorcía con las quemantes llamas.
No pudo reconocerla su cabellera a la espalda era lo único
que percibía entre todo este raro espectáculo irreal, pero cercano a una
sensación real.
insistía en querer mirar el rostro de la mujer, que le hizo
olvidarse de todo lo demás. Tenía la certeza de conocerla, se le hacía
familiar, pero fue inútil,
nada pudo hacer.
Repentinamente entre ese infernal calor sintió sobre su
rostro la frescura del viento que le obligó a despertar. Por la ventana semi
abierta se infiltro una ráfaga de aire, volvió la mirada sobre su buró y el
reloj digital le indicaba las tres de la madrugada.
Envuelta en rara sensación, se levantó y cerró la ventana
volviendo a dormir
sin soñar más el resto de su descanso.
Entre las actividades cotidianas de su vida, terminó por
olvidarse de todo aquello.
Su trabajo en una oficina gubernamental, con tanto papeleo,
ajetreo y trámites
le hacían terminar rendida, cansada, fastidiada.
Sin embargo Elena estaba muy lejos de presentir y saber que
esa misma noche la revelación esperada llegaría para conocer la verdad de sus
sueños, aquellos inquietantes y extraños.
Llegada la noche, Elena sintió un cansancio mayor del que
habitualmente experimentaba tras sus jornadas rutinarias. Bastó una cena ligera
y una ducha relajante con lo cual se destinó a dormir a temprana hora, no se
explicaba la razón de esa sensación de cansancio, pero tampoco le dio mucha
importancia.
En su profundo sueño a la medianoche, escuchó la voz que
siempre le llamaba, pero esta vez, sí logró abrir sus ojos. El llamado provenía
de un costado, exactamente sobre su tocador donde todas la mañanas maquillaba
su bello rostro y por las noches lo limpiaba.
Una tenue luz se reflejó dentro del espejo circular de aquel
tocador.
Sintiendo ligereza en su cuerpo, se levantó de la cama y se
paró frente a él.
Un rostro difuso, abstracto pero amigable le hablo.
– Elena he sido yo el que te llama entre tus sueños –
– Esos que te perturban y te han llenado de intriga durante
algún tiempo-
– Hoy te llevaré a la verdad, a la revelación del ¿porqué?
-.
– Ven, acércate a mí y te llevaré a descubrir tu realidad –
Sin parpadeo alguno Elena se acercó al espejo, sintió como
una fuerza le succiono introduciéndola por en medio del cristal, se sentía
volar mientras era conducida por un túnel irradiado de luz blanca.
Hasta que se vio de pie en una aldea, vestida de una manera
distinta, sí… Era una campesina de la edad media en plena época de la Santa
Inquisición.
Fue llevada a una casa de aquella aldea, la misma que alguna
vez se le manifestara en uno de sus sueños. A pesar de vestir acorde a esa
época, no podía ser vista por los demás, su presencia no llamaba la atención.
Miro por la ventana y en el interior, una mujer de larga
cabellera dando la espalda y sentada frente a un camastro. Otra joven mujer recostada,
sudaba y se quejaba, al parecer era presa de una fuerte fiebre.
La mujer se le hizo familiar, muy parecida a la de su sueño
en la cueva del lago infernal.
No había duda, era ella, pero nuevamente se le dificulto ver
su rostro.
– ¿Se te hace familiar? – Preguntó el espejo.
Ignorando la pregunta, no dejaba de observar como ungía y
tallaba el cuerpo de la enferma.
Daba algún brebaje colocando paños húmedos sobre la frente
de la joven.
Nerviosas, otras mujeres vigilaban la puerta de entrada y
asomaban frecuentemente por la ventana, como esperando no ser descubiertas.
Olor a hierbas y sustancias curativas se mezclaban en el
ambiente, Elena podía percibir en su olfato dicha combinación. Pero la intriga
seguía al no ver
de forma total a la curandera.
Un estruendoso ruido de gritos, consignas propinados por un
grupo de pobladores, sacerdotes y autoridad hicieron reaccionar a Elena.
trato de ocultarse por temor a ser vista, sintió pánico ver
la muchedumbre avanzar hacia la casa con antorchas en mano.
– Detente Elena – le gritó el espejo.
– No pueden verte, mantente en tu lugar – le replicó.
Soldados rompieron la puerta y entraron a la fuerza, presas
de miedo todas las mujeres dentro quedaron de pie, sin moverse, excepto la
enferma.
– Aquí está, esta es la mujer que practica herejía –
– Acabemos con ella – eran los gritos de los pobladores
– Quememos a la bruja – – sí, a la hoguera maldita hechicera
– gritaban otros.
Fue encapuchada y atada de las manos, conduciéndola a la
calle para llevársela.
La angustia de Elena fue mayor, su corazón estaba agitado y
temblaba de nervios.
– ¿Qué le harán, dime quién es?, te lo exijo – reprochaba al
espejo
– Nada puedo hacer, solo nos queda observar – le respondió
– Querías la revelación para disipar tus dudas y aquí
estamos para eso –
La mujer gritaba implorando piedad, pero a nadie importaba,
no paraban las consignas.
Llegaron a una plaza central y allí, el mismo poste de
piedra que viera Elena.
Sobre el piso, acumulado un montón de leño verde en espera
de arder.
Era evidente el destino de la desdichada mujer.
Fue atada y encadenada para después prender fuego a los
leños que comenzaron a arder, poco a poco avanzaba la lumbre hacia sus pies.
Antes de que llegar el fuego a ella, un soldado retiró la
capucha de su rostro.
Impactada Elena cayó de rodillas y estalló en llanto, no
podía creer lo que veía.
Era Marian, su madre. En la vida pasada fue hechicera y
curandera lo que le costó la vida. En esa época era condenado y con fuego
terminaban con todo aquel que practicaba esta actividad.
Elena volvió a vivir la misma imagen de su sueño, una mujer
atada envuelta en fuego, solo que ahora ya tenía la verdad, conoció su
identidad.
Sintió como unas manos se posaron sobre sus hombros caídos y
se desvaneció.
Exaltada despertó de la pesadilla, sudando y agitada se
sentó sobre su cama,
observo a todos lados sin dejar de observar el espejo de su
tocador que permanecía como siempre
Comenzó a llorar y comprendió toda aquella relación de sus
sueños. También
entendió el porqué su madre era afamada boticaria y
curandera quien había muerto años atrás en un accidente, donde su vehículo
quedó envuelto en llamas.
Su vida pasada le condenó en la reencarnación, murió de la
misma forma,
entre el fuego.
Ahora Elena coloca una bruja de papel pegando en su espejo,
cada temporada de brujas, cada halloween, como tributo y recuerdo de Marian, su madre.
Xavier H.©
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