- ¡Venga marineros! -
- ¡No detendremos
marcha! -
- surcaremos el
océano entero hasta encontrar la isla encantada -…
Era la voz del
capitán con dotes de líder instruyendo a la tripulación; navegar sin detenerse,
enfrentar cualquier embarcación enemiga,
vencer todo impedimento que les evitara llegar. Sus órdenes tajantes, no
permitir a ningún enemigo encontrar aquella codiciada isla.
Nadie la conocía aun,
pero era fuerte el rumor de la leyenda en todos los puertos, se decía que
existían galeones hundidos a su alrededor conteniendo preciados botines
valiosos en oro.
- ¿Qué tenemos
alrededor de nuestro barco, vigía de los cielos? -
- ¿Qué logras mirar
desde la punta del mástil? -
- Nada mi capitán,
todo está despejado -
.- Ni tierra, ni
embarcaciones - Contestaba el vigía en
las alturas
- ¡Marineros
manténganse atentos en proa, si miran intrusos atacaremos! -
- Otros dos a babor
para no ser sorprendidos en retaguardia -
- Me mantendré al
timón, siguiendo la ruta del mapa guiados
con nuestras brújulas. -
- ¡Atento vigía y no
olvides lo de las sirenas! –
La leyenda decía que la
isla era custodiada por sirenas y tenían un hechizo que encantaba a
tripulaciones enteras, los hacían encallar hasta hundir sus embarcaciones sobre
las orillas.
“Sirenas bucaneras”.
Era la forma en cómo
se apoderaban de los cargamentos, sobre todo el oro.
No necesitaban
navegar, ni de embarcaciones, ni luchar en fieras batallas para obtener
botines.
Eran tripulación de
la isla y su capitán Neptuno, a quien entregaban los tesoros obtenidos de
aquellos barcos hundidos.
El ambiente se
mantenía tenso, a bordo nadie despegaba sus ojos del mar en espera
de encontrarse
enemigos, con la isla o con las sirenas.
De pronto, el vigía del
cielo gritó
- ¡Tierra a la vista
capitán, pero no estamos solos! –
- ¡Atentos tripulación,
prepárense para atacar, todos a posición! - Gritaba el capitán.
- ¿Qué tenemos en
proa muchachos? -
- ¡Un galeón capitán!
- gritaba el marinero
- ¡Sirenas, sirenas
sobre babor! -…
- ¡Atento capitán,
tenemos enemigos por ambos frentes! -
El panorama era
intenso, el ambiente hostil, todos corrían de un lado a otro, debían defenderse,
por el frente de un galeón enemigo y por detrás de las sirenas donde hicieron aparición;
adrenalina en todo su esplendor.
De pronto… ¡Algo
inesperado!
Un grito irrumpió y
distrajo a la tripulación completa, perdieron concentración, hubo
consternación. Quedaron inmóviles, gesticulando inconformidad y resignación.
¡Sí!...
Era la madre de
Juanito y Daniel, que aventurados jugaban acompañados de sus amigos en el patio trasero,
una alberca portátil y una casa de madera sobre un pequeño árbol bastaba para
toda una imaginación colectiva.
Se había llegado la
hora de comida y la intempestiva madre asomó por la ventana de la cocina.
- Juanito, Daniel y
compañía, la mesa está servida –
- Pronto, a lavarse
manos que la comida se enfría -
- ¡Pedrito! baja de
ese árbol, te puedes lastimar y que cuentas entrego a tu mamá -
- no vuelvo a llamar,
la siguiente iré directo por ustedes -
Vaya forma de interrumpir
una aventura marina justo en su mejor momento.
Pero suele suceder, hay
veces que las madres llegan inoportunas en los mejores momentos de fantasía.
Xavier H.©
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